El atlas de las utopías
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Los atlas publicados por las redacciones de La Vie y Le Monde en colaboración con numerosos intelectuales (escritores, geógrafos, filósofos, lingüistas
) barajan las cartas de la geopolítica: las religiones, las civilizaciones, las migraciones, la mundialización
Nuestra ambición es tratar, uno por uno y una vez al año, los temas más importantes que nos permiten descifrar la realidad. ¿Se aleja el Atlas de las utopías de este proyecto para perderse en el limbo y en los confines de un mundo confuso? La respuesta es no. Como bien dice el filósofo Miguel Abensour en estas páginas, el hombre es un animal utópico. La utopía no es solamente el u-topos (otro lugar), sino que es el lugar mismo del pensamiento creativo. La imaginación es la que genera la realidad.
En el siglo V a. C., Hipodamo de Mileto diseñó el puerto del Pireo como un plano damero que cambió la forma misma de la ciudad. Al principio de nuestra era, los primeros cristianos imaginaron un modo de vida fundado sobre la fraternidad, donde todos los bienes eran comunes. En el espacio de una generación, otro mundo parecía posible: un mundo frágil, pero ideal. A lo largo de la historia, el motor ha ido cambiando sin detenerse jamás en los fracasos o en las traiciones, haciendo retroceder así las fronteras de lo desconocido. Buscamos el paraíso terrestre, el reino mítico del Preste Juan. ¿Está en Etiopía o más bien en Extremo Oriente, más allá de la India y de Armenia? Hablamos sobre todo de países que, puesto que no existen, bien podrían parecerse al mundo en el que deseamos vivir. Nuestra imaginación crea ciudades enteras, países, ideas, sistemas políticos, máquinas.
El mundo actual debe muchísimo a las utopías del pasado. Pero, ¿y el mundo de mañana? En el momento en el que nuestra capacidad de innovación se acelera hasta un punto jamás visto, aparece el escepticismo, la preocupación y la desconfianza. Lo imaginario no siempre tiene buena prensa. Recelamos de los grandes relatos políticos; afectados por los totalitarismos, ¿cómo no íbamos a desconfiar de los discursos políticos que nos prometen un hombre nuevo viviendo en un mundo perfecto? El siglo XX nos ha despabilado y desencantado a un alto precio. Según Boris Cyrulnik, las utopías son mortíferas de manera inocente. El hombre contemporáneo no tiene más que la experiencia de lo que Edgar Morin llama la mala utopía, la que pretende crear una armonía perfecta, eliminar el dolor de todo conflicto y hacer transparente a cada individuo.
La mirada crítica forma parte integral de nuestros Atlas. Sin embargo, en plena crisis de crecimiento y de sentido, ¿hemos perdido nuestra capacidad de soñar colectivamente y de imaginarnos en el futuro, fuera de aquí, de otro modo? Qué triste sería. Y muy improbable. El mundo utópico no para de crecer. Aunque se machacaran todas las ilusiones humanas, el motor sigue en marcha. Nuestro trabajo es localizar y analizar nuevas aspiraciones, nuevos desafíos y nuevos inventos hasta quedar asombrados por la abundancia de materia. Esta obra es excepcional por la variedad de temas de los que trata, por la calidad de sus colaboradores y por la originalidad de sus cartografías, siempre sorprendentes.
En el siglo V a. C., Hipodamo de Mileto diseñó el puerto del Pireo como un plano damero que cambió la forma misma de la ciudad. Al principio de nuestra era, los primeros cristianos imaginaron un modo de vida fundado sobre la fraternidad, donde todos los bienes eran comunes. En el espacio de una generación, otro mundo parecía posible: un mundo frágil, pero ideal. A lo largo de la historia, el motor ha ido cambiando sin detenerse jamás en los fracasos o en las traiciones, haciendo retroceder así las fronteras de lo desconocido. Buscamos el paraíso terrestre, el reino mítico del Preste Juan. ¿Está en Etiopía o más bien en Extremo Oriente, más allá de la India y de Armenia? Hablamos sobre todo de países que, puesto que no existen, bien podrían parecerse al mundo en el que deseamos vivir. Nuestra imaginación crea ciudades enteras, países, ideas, sistemas políticos, máquinas.
El mundo actual debe muchísimo a las utopías del pasado. Pero, ¿y el mundo de mañana? En el momento en el que nuestra capacidad de innovación se acelera hasta un punto jamás visto, aparece el escepticismo, la preocupación y la desconfianza. Lo imaginario no siempre tiene buena prensa. Recelamos de los grandes relatos políticos; afectados por los totalitarismos, ¿cómo no íbamos a desconfiar de los discursos políticos que nos prometen un hombre nuevo viviendo en un mundo perfecto? El siglo XX nos ha despabilado y desencantado a un alto precio. Según Boris Cyrulnik, las utopías son mortíferas de manera inocente. El hombre contemporáneo no tiene más que la experiencia de lo que Edgar Morin llama la mala utopía, la que pretende crear una armonía perfecta, eliminar el dolor de todo conflicto y hacer transparente a cada individuo.
La mirada crítica forma parte integral de nuestros Atlas. Sin embargo, en plena crisis de crecimiento y de sentido, ¿hemos perdido nuestra capacidad de soñar colectivamente y de imaginarnos en el futuro, fuera de aquí, de otro modo? Qué triste sería. Y muy improbable. El mundo utópico no para de crecer. Aunque se machacaran todas las ilusiones humanas, el motor sigue en marcha. Nuestro trabajo es localizar y analizar nuevas aspiraciones, nuevos desafíos y nuevos inventos hasta quedar asombrados por la abundancia de materia. Esta obra es excepcional por la variedad de temas de los que trata, por la calidad de sus colaboradores y por la originalidad de sus cartografías, siempre sorprendentes.
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EAN :9788493807269
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ISBN :978-84-938072-6-9
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Año 1ª edición :2014
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Editorial :
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