Un aire fino silbaba por las esquinas en Baladouro, un pueblo fantasmal, casi de espejismo, cruzado por algunos labriegos y un carro de vacas. En él, junto a los bosques y el mar, transcurren las historias: historias cotidianas y de asombro que suceden a cualquier hora del día, pero que se cuentan a partir de la medianoche cuando los paisanos se reúnen en torno al fuego. Hablan de ahogados, del mal de ojo, de mujeres que ven al demonio, de los primeros viajes o de esos lugares donde todo puede ocurrir: la aparición de un caballero medieval en el agua de un lago o una invasión de lobos y de sapos. Todo ello lo percibe un niño de ocho años que recibe una armónica de Montevideo, acaso el primer regalo de su vida. ?El viento, el niño y el miedo? es un homenaje a la infancia y a su atmósfera incierta: ¿existen los fantasmas, por qué llora la lluvia, es cierto que los niños palpitan de amor y de melancolía, puede un delfín llamarse Nina? (A. Castro)

Las ilustraciones también van más en esa línea, con toques más oscuros en ocasiones y mucho bosque encantado y terrorífico, y sus criaturas.

Los cuentos de "El niño, el viento y el miedo", no son exactamente de terror, en el sentido de ser cuentos "de susto", pero transmiten la inquietud de ese niño que crece en un entorno cuajado de leyendas, historias y fantasías...