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Transparencia y disciplina neoliberal. El caso de Guillermo Zapata
Guillermo Zapata no es racista, tampoco antisemita, ni negador del Holocausto, sino todo lo contrario. De hecho, siempre ha condenado las políticas xenófobas, como las de “caza al mendigo” y el “encarcelamiento del inmigrante” por indocumentado, implementadas precisamente por aquellos que desde el PP lo acusan de lo que no es. Y, no obstante, a causa de una conversación por Twitter sobre los límites del humor, que tuvo lugar hace cuatro años y en la que reproducía a manera de ilustración ejemplos extremos de humor cruel, ha sido linchado mediáticamente viéndose obligado a dimitir de su cargo de Concejal de Cultura del ayuntamiento que gobierna Ahora Madrid.
A la denuncia de estos tweets se ha sumado la de otros con sarcasmos que tiempo atrás empleó para criticar la instrumentalización de las víctimas del terrorismo por parte del PP; y un último tweet desafortunado a propósito de una de esas víctimas, Irene Villa. Ahora bien, más allá de lo particular, de las descontextualizaciones y del mal gusto de los chistes, el caso pone de relieve un problema político de máxima envergadura y que tiene que ver con la disciplina neoliberal en la Sociedad de la Transparencia.
Neoliberalismo, capital humano y agencias calificadas
Cualquiera que sea su forma, austríaca o británica, de la Escuela de Chicago o de Friburgo, el neoliberalismo establece como imperativo tanto la flexibilidad como la plasticidad del sujeto. En tanto que empresario-de-sí medido como capital humano, inversor en sí mismo y en busca de constantes inversores1, al sujeto se le exige:
1) la continua reinvención de sí mismo en vistas a maximizar su adaptabilidad en contextos cambiantes;
2) la diversificación dinámica de sí mismo mediante el diseño y la gestión de su portfolio, de su capital y carpeta de productos, con el fin de alcanzar siempre mayores niveles de “empleabilidad” y “banqueabilidad” (accesibilidad al crédito y capacidad de atracción de inversores).
Las redes sociales no son ajenas al “neoliberalismo cotidiano”2. Son, entre otras cosas, tecnologías de producción, gestión y diseño del portfolio, monitorizable por el propio usuario, para medir su desempeño, en términos de likes y tweets, visualizaciones de sus páginas y número de fans, followers y amistades, todo ello ranquinizado con índices de impacto y estadísticas que cualifican la información en bruto. La auto-estima o auto-apreciación es lo que está en juego. La cuestión es manejar tu stock como un capital bursátil; lograr que no pierda valor y a poder ser incrementarlo con las inversiones correctas. No se trata solo de Facebook o de Twitter, sino también de redes sociales que funcionan de manera análoga en otros sectores del capital humano: Tinder para la autogestión en red del capital erótico-amoroso de uno; Academia.edu para el capital de investigación; LinkedIn para “gestionar tu identidad profesional, etc.3
Todo ello forma parte de las transformaciones de la gubernamentalidad neoliberal que han acompañado al auge del capitalismo financiero y de la economía digital en las últimas décadas, inscritas, por tanto, en la financiarización y ranquinización de la vida cotidiana.
Del capitalismo financiero a la vida cotidiana
Las redes sociales son ambivalentes. Han contribuido a dar luz y a animar los procesos de revolución democrática, pero son también una vasta tecnología de control que mediante la transparencia extractiva y almacenable por el Big Data engorda la información disponible de cada cual, de su práctica cotidiana, a lo largo de su timeline.
Se almacenan las amistades y contactos, las operaciones comerciales, cada acto de consumo, la participación en eventos, las opiniones de todo tipo, los hobbies, los gustos musicales, sexuales y políticos. La vida, cualquier vida, deviene transparente, objeto del marketing, continuamente auditable y evaluable según su desempeño actual y previsiones futuras.
Michel Feher habla de “rated agencies” para definir la condición neoliberal4. El neoliberalismo impone una existencia donde cada cual está sujeto, en cada vez en más dominios, a las agencias de evaluación y calificación, similares a las rating agencies del capitalismo financiero. Tinder es la Standard & Poor’s de las finanzas del amor y del sexo; Thompson Reuters, el Moody’s del capital académico. Facebook y Twitter funcionan como extensiones de los departamentos de Recursos Humanos.
Disciplina y formalización
El caso de Guillermo Zapata ilustra el ejercicio político de la disciplina en la Sociedad de la Transparencia. Serán premiados quienes tengan su historial limpio. Un higienismo extremadamente perverso pues, como demuestra el caso mencionado, impone una autocensura tenaz: no importa que uno sea anti-racista, la cuestión es no verter en la red nada que pueda ser descontextualizado.
Antes de internet, el miedo del político —o cualquier otra persona pública— consistía en utilizar las palabras exactas en una entrevista o ante las cámaras, de forma que los medios opositores no pudiesen descontextualizarlas. El efecto sobre el discurso fue notable. Cada vez se convirtió más en un montón de frases hechas, una ridícula formalización o estandarización que, paradójicamente, intentando defenderse cada político de la descontextualización, contribuyó al descrédito de los políticos en su conjunto: “hablan como lo hace un jugador de fútbol al terminar el partido, con un lenguaje extremadamente artificial, vacío y previsible”.
El efecto de esta hiperformalización del discurso y su relación con la pérdida de legitimidad han sido estudiados por Alexei Yurchak y Dominic Boyer para el caso del discurso post-stalinista en varios países del “socialismo real”. Estos antropólogos enfatizan además lo útil que resultaba en esta situación comunicacional el humor como herramienta de combate5. Su tesis es que la caída del “socialismo real” soviético y alemán tuvo bastante que ver con la rigidez de esta hiperformalización. En otro lugar he analizado esta cuestión en relación a la irrupción del movimiento de los indignados (15M) y la situación lingüística que encontró. También aquí el humor jugó un papel decisivo6.
Transparencia y disciplina
Muy a menudo han sido cuestionadas varias formas de disciplina implícitas en las políticas neoliberales: disciplina mediante la deuda privada, que hará que el trabajador tema perder su puesto y no poder pagar sus mensualidades; disciplina del desempleado, que aceptará someterse al control y a la formación continua para no quedar fuera de la carrera por la “empleabilidad”7. Pero en verdad ésta va más allá. Llega hasta el auto-disciplinamiento moral que es el correlato de exposición mediática exigida para cada cual en su cotidianidad.
Dado que el timeline registrado se remonta al primer uso de internet, el político que no quiera arriesgarse a desvalorizar su capital debe censurarse desde el comienzo, incluso mucho antes de poder imaginar llegar a su cargo. Será premiado quien desde su más temprana juventud, en su continua reinvención de sí mismo y exposición, minimice a lo largo de su vida la posibilidad de entrar en contradicción consigo mismo, quien minimice los cambios de opinión, quien no se preste a excentricidades, quien no emita opiniones arriesgadas. En verdad, lo dicho para el político, o cualquier otra persona pública, será igualmente válido para casi cualquiera: el banquero tendrá el registro de la vida cotidiana del cliente que pida un préstamo, y el empleador de quienes buscan empleo y quienes ya tiene a su cargo.
El ideal neoliberal de un sujeto emprendedor, creativo, que rompe con lo establecido, que se enfrenta a las convenciones y acepta el riesgo de crear lo nuevo aunque desconcierte e incomode, choca con el disciplinamiento moral y la autocensura asumida al responder a la exigencia de prestarse a una continua exposición, evaluación y calificación de los actos propios, las palabras y la imagen. Lo que el caso hasta aquí comentado ilustra es, precisamente, esta aporía, así como la dimensión distópica de la utopías de la transparencia y el sujeto neoliberal.
Repuesta de Guillermo Zapata ante la polémica
Manifiesto en apoyo a Guillermo Zapata
Antón Fernández de Rota
@AntonFdezdeRota
versión original en www.zoepolitik.com
1. M. Foucault. 2007. Nacimiento de la biopolítica. México D.F./Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
2. P. Miroswki. 2013. Never Let a Serious Crises Go to Waste. Londres/New York: Verso. (Publicado en español por Deusto con el título Nunca dejes que una crisis te gane la partida).
3. W. Brown. 2015. Undoing Demos. Zone Books: New York.
4. M. Feher. 2009. "Self-Appreciation; or The Aspirations of Human Capital" en Public Culture, 21(1): 21-41. Véanse también la serie de conferencias que dictó en el Goldsmiths de la Universidad de Londres (https://vimeo.com/search?q=michel%20feher%20lecture). El libro Rated Agencies: Political Engagements with Our Invested Selves, que próximamente publicará Zone Books, desarrolla estas cuestiones.
5. A. Yurchak. 2005. Everything Was Forever, Until It Was No More: The Last Soviet Generation. Princeton: Princeton University Press; A. Yurchak. 2003. “Soviet Hegemony of Form: Everything Was Forever, until It Was No More” en Comparative Studies in Society and History, 45(3): 480-510; A. Yurchak y D. Boyer. 2010. “American Stiob: Or, What Late-Socialist Aesthetics of Parody Reveal about Contemporary Political Culture in the West” en Cultural Anthropology, 25(2): 179-221.
6. A. Fernández de Rota. 2013. “El acontecimiento democrático. Humor, estrategia y estética de la indignación” en Revista de Antropología Experimental, 13: 1-21.
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